Genalguacil en el Financial Times

Beatriz Urda, alcaldesa de Genalguacil, me manda este artículo que salió publicado en el Financial Times el pasado día 7 de Agosto y me ha parecido tan bonito que vamos a ponerlo por acá....

Creo que es un error irse de casa. Sería terrible, por ejemplo, encontrar un lugar mientras viajas que fuera más agradable que el lugar donde vives. Y así, temo que eso le suceda a Michelle Obama, que está pasando unas breves vacaciones en la mamotreta opulencia de Estepona. Y no es que crea que la Costa del Sol le vaya a impresionar (a la hora de estropear bonitas costas los españoles se esmeran incluso más que los propios americanos). Pero si dirigiera su mirada por encima de la muralla que se encuentra a sus espaldas y mirara hacia arriba, a la sierra, quizás se preguntara qué se halla detrás de aquella turbulencia arbolada.
Yo sí sé lo que hay en esas colinas...He bajado por ellas esta misma mañana. Y con total respeto y admiración, Sra. Obama (¿Cómo se debe uno dirigir a la Primera Dama?) pensé que sería buena idea tomarse la libertad de decirle lo que se puede encontrar en los recovecos de la España rural.
Una vez que abandonamos la costa, el aire es más fresco y más limpio, y en seguida nos adentramos en los bosques que pueblan las montañas. Durante muchos kilómetros sólo se pueden encontrar pinos mediterráneos, que se convierten en sonajeros al ritmo de las chicharras y que llenan el aire con su perfume embriagador. Al mirar atrás a la costa, ya no se ve la fealdad, sino cordilleras de brumosas montañas y cabos, que se convierten en algo mágico gracias a la calima. La carretera prosigue su marcha subiendo montañas, enroscándose como los interiores de una oveja, hasta que alcanzamos el paso de las Peñas Blancas.
Al norte se pueden observar las profundidades de color verde de la Serranía de Ronda, presididas en la distancia por las cumbres de roca desnuda de la Sierra de las Nieves. Por todos lados hay pueblecitos esparcidos, aldeas increíblemente remotas que se asemejan a alubias blancas desparramadas por los precipicios de las colinas.
En este momento se podría hacer algo más que tomar la carretera donde se señaliza "Genalguacil", pero eso no es lo ideal. Al precipitarnos carretera abajo, el bosque, que había perdido espesura en el paso, se cierra de nuevo a nuestro alrededor pero de un modo diferente. Los pinos ceden el paso a castaños llenos de luz, grandes acebos, y por todos lados se pueden encontrar espectaculares alcornoques, con sus troncos pelados que imitan a las piernas de los bailarines enfundadas en sus medias. Aquí te encuentras sólo contigo mismo, conduciendo durante una hora a lo largo de esta carretera sólo nos hemos encontrado con un coche. De vez en cuando aparece alguna casita blanca de piedra en una zona despejada, con un puente de madera hecha con troncos de árboles dispuesto sobre el arroyo, y una alambrada para que los jabalíes no entren en las huertas.
Finalmente se acaba el asfalto, y continuamos a lo largo de un carril de tierra. A lo mejor no complace el gusto de todos, pero a mi me da la impresión de que me encamino a un lugar fuera de lo común, un lugar donde todavía existen vestigios del misterio que obliga a ciertos lugares a renunciar a la llegada de la carretera asfaltada.

De repente, entre los árboles, se ve: Genalguacil, un pueblo que se desploma en medio de la nada. "¿Quién reside ahí, y por qué, y qué es lo que se hace ahí? ¿Por qué se molestaría nadie en recorrer todo el camino para venir aquí?"
Bueno...merece la pena el largo viaje porque, entre otras cosas, es precioso...y no hay tantos lugares de los que se pueda decir lo mismo hoy en día. El pueblo se aferra al borde de un cerro, con la mirada tendida hacia las montañas arboladas que se extienden hasta alcanzar el mar. Al fondo se encuentra la sencilla iglesia dedicada a San Pedro de Verona, un santo cuya espectacular figura lo muestra con un hacha clavada en la cabeza, y a través de un entramado de callejuelas empedradas el pueblo se alza hasta una enorme nave blanca que aloja la cooperativa de castañas. Y a medida que prosigues tu camino, satisfecho por la buena arquitectura vernácula, entras en contacto consciente con un fenómeno de lo más singular: el arte.
En los ángulos de las callejuelas, por las esquinas y los rincones, hay esculturas y murales de todo tipo de sello imaginable. Hay algunas que son preciosas, unas pocas magníficas, por todos lados con un toque de ironía, y una o dos son muy cómicas. Algunas también son patéticas, y merece la pena acariciar a todas... que es lo que los escultores quieren que se haga con sus creaciones. Y mientras camino, me hago preguntas, y con la finalidad de satisfacer mi curiosidad, busco a la alcaldesa del pueblo, Beatriz (esto no es tan peculiar como pueda parecer: en los pueblecitos de España el alcalde a menudo está contento de verte). Beatriz estaba tomando un refrigerio en el bar de la posada, donde estábamos alojados. Atractiva y menuda, y desparramando grandes dosis de energía nerviosa, es una de los pocos mandatarios en el país que ha perdido peso desde que comenzó su mandato (La mayoría entran delgados y salen gordos). "Así es", dice...La vida era muy dura en la España rural del siglo 20: si no era la mano castigadora de la iglesia, o la funesta constricción de la dictadura, era la injusticia de las estructuras políticas rurales anteriores la que causaba la desdicha de la gente de pueblo. Y así se marcharon en manadas, igual que hoy en día la gente emigra del Norte de África y Sudamérica, conducidos por la pobreza, la desesperación y la corrupción. Se fueron a Madrid y a Barcelona, o a Argentina y Francia, y la población de los pueblos se redujo a nada. En Genalguacil, como en tantas otras, se quedaron sólo un manojo de ancianos, esperando con anhelo el día en el que sus hijos volvieran y dieran volumen al retumbar de las voces del pueblo, reducidas en ese momento al graznido debilucho de los ancianos. (Este tema se encuentra evocado de una forma preciosa en una escultura que se encuentra en la parte superior del pueblo y que se llama "El Emigrante").
El dictador se murió, la iglesia, desacreditada de forma monumental, no se volvió a tomar en serio, y poco a poco España empezó a subir en los rankings de las democracias europeas. Las cosas mejoraron, y el campo empezó a adquirir más vida. Pero todavía era complicado mantener a la gente joven en los pueblos pequeños, que se venían abajo...no se puede hacer tanto con castañas y corchas.
Y entonces, hace catorce años, al anterior alcalde se le ocurrió un plan para aportar nueva vida al pueblo. Invitarían a artistas, les darían alojamiento y manutención y les proporcionarían diversión y a cambio los artistas impartirían cursos para enseñar e inspirar a los habitantes del pueblo y finalmente donarían sus obras para embellecer el pueblo.
El plan tuvo un éxito notorio -a los artistas les encanta este tipo de cosas- y un poco por casualidad, Genalguacil celebra ahora su décimo Encuentro de Arte (que tiene lugar cada dos años durante la primera quincena de agosto). Ahora, artistas provenientes de todo el país, y sin duda de todo el mundo, vienen a visitar el pueblo. Beatriz me dijo que habría miles de visitantes en el transcurso de estas dos semanas, y que cada noche habría teatro, música y danza en la plaza bajo las estrellas del cálido verano.
El éxito de este plan reverberó a otros niveles también. Algunos de los artistas se asentaron en Genalguacil, y gracias a ellos, sus familias y los visitantes, el aliento de la economía se comenzó a percibir por todo el pueblo, y la gente joven o bien se quedó o retornó al pueblo. De todos los rincones de España, los alcaldes gateaban hasta Genalguacil para aprender sobre regeneración rural de este simple milagro a pequeña escala.
Me encantaría que lo vieras, Michelle Obama, porque sé con certeza que está en tu línea. He leído que tuviste bronca con el lobby de granjeros tradicionales cuando sacaste el cuello a favor de los productores ecológicos y lo que vosotros llamáis con cariño "locavorismo" y estoy contigo en todo.
Pero en fin, Beatriz estaba entusiasmada con la historia de Genalguacil y estaba llegando la hora de contarla, así que nos fuimos a otro restaurante, "El Jardín del Visir", cuyo propietario, Miguel, tipifica la historia al completo.
Miguel nació en Genalguacil, pero a la edad de trece años tuvo que mudarse a la costa para continuar sus estudios, "Lo odiaba", me dice, "y en cuanto podía me montaba en mi moto y volvía a casa, al café de mi madre y a sus pasteles".
Más tarde estudió Ciencias, pero volando codo con codo con la vorágine de la costa y el dinero fácil, decidió resistirse e invertir en su propio pueblo. La comida que se sirve en el restaurante de su propiedad se obtiene de forma local y es ecológica, animando y apoyando a los pequeños productores de la zona. Su chef, por un curioso fallo sistemático en la continuidad espacio-temporal, hace un äpfel strüdel sensacional. Y el lugar está a tope: coger un sitio es un trabajo a tiempo completo (aunque estoy seguro de que, Michelle, en tu caso, se puede hacer una excepción). Y es que la verdad sea dicha, curiosamente él ya te ha enviado una invitación.
Otro de los placeres de Genalguacil es...alucina: el orgullo cívico. Y dicho orgullo se manifiesta en un centenar de formas: desde un hombre que recoge un excremento de un perro con una bolsa de plástico (algo que no he visto antes en España) hasta la falta abrumadora de pintadas en los muros (y que conste que yo soy un hombre que admira el graffiti), pero sobre todo a cómo las gentes de este pueblo airean su amor por la belleza: patios, maceteros, y sencillos adornos de ventanas y puertezuelas. Seguramente pensarás que estoy chapado a la antigua, la verdad no me importa...pero estas cositas hacen que el transeúnte se estremezca del placer más profundo, y le hacen sentir que Dios está en el cielo y todo puede que esté en su sitio.
Sería maravilloso si Michelle Obama le diera esquinazo a sus grandullones y subiera a las montañas para constatar este pequeño milagro tan simple y glorioso. Le encantaría, lo sé...pero cuando se cepille el polvo de sus botas de viaje una vez esté de vuelta en Washington, y mire a las telarañas que se han acumulado en las esquinas de la Casa Blanca, seguramente pensará, al igual que todos hacemos, "Bueno, no será mucho, pero es mi hogar, y en casa es donde se está mejor".

Enhorabuena a todos los vecinos de Genalguacil y a su alcaldesa....

¿Valoran los clientes (turistas) la responsabilidad social de las empresas turísticas?

Creo que la clave en esta pregunta consiste en la experiencia que proporciona al turista el desarrollo sostenible de la acción turística.

El nuevo turista está buscando una experiencia única, líquida, vinculada a su propia personalidad, no estandarizada. Ya no busca una masa que lo lleve y lo traiga sino que quiere elementos que le aporten conocimiento del territorio al que va e interactuación con personas de ese territorio.

El Turismo Responsable propone formulas en las que esa experiencia está más implícita en el producto que en otro tipo de productos turísticos que no se preocupan de la RSE.

Creo, por otra parte, que al estar vinculado en el sector servicios el lugar de producción y el lugar de disfrute, la RSE está más visible que en la compra de un producto determinado en una tienda específica donde el sistema de producción (el verdadero meollo de la RSE) está totalmente desvinculado del lugar de disfrute del producto... Es decir, creo que la RSE tiene más posibilidades de ser un factor de compra en el turismo (en servicios en general) que en otros sectores.

Ahora, la comunicación... Y ahí es donde estamos tratando desde Quidamtur de buscar soluciones. Está claro que muy poca gente va a comprar un producto porque es responsable sino porque lo necesita y es fácil de obtener. La idea es poder poner en el mercado esa información de sostenibilidad del servicio turístico a la manera de booking, es decir, trabajando desde las perspectivas de marketing más exitosas centrándonos en el producto (rural, sol y playa, urbano, etc) más que en la característica, aunque diferenciando el producto por esta via que entendemos, de nuevo, se acerca más a la experiencia. La cosa es que compras turismo rural responsable o turismo urbano responsable o turismo de sol y playa responsable no turismo responsable y, por tanto, compras un turismo urbano que te proporciona una mayor experiencia (utilización de recursos locales, conocimiento de la cultura local, lugares más limpios y más especiales, etc)...

Puedes seguir el interesante debate abierto por José Joya de Roadmap (Gracias José) en la Red Social, Caminando hacia un Turismo Responsable